El Partido Popular ha perdido definitivamente su condición de partido nacional afectado irremediablemente ya por la metástasis del discurso de las diecisiete españas. Fueron muchos los que alabaron a Mariano Rajoy tras designar como segunda de abordo a María Dolores de Cospedal. Incluso aquí en Murcia, a pesar del recelo interno, se cerraron filas públicamente entorno a la lideresa manchega. Su labor está siendo encomiable si realmente Rajoy quiere que el partido empiece a ser simpático en aquellas regiones en los que no están bien vistos. Y la verdad es que no cabe duda que lo está logrando… Sí, están siendo la mar de simpáticos para aquellos que únicamente buscan su desaparición, porque simple y llanamente van camino de la clandestinidad en esos territorios y van camino de la pérdida de su hegemonía en aquellos en los que aún gobiernan. Y a todo ésto con ZP gobernando…
Ahora, a unos meses de la derrota electoral y del congreso del partido tenemos a Nuñez Feijoo por un lado perdiendo votos en las encuestas de las elecciones gallegas; Basogoiti por el mismo camino en el País Vasco; Miguel Sanz, el navarro foráneo, amagando con el apoyo a ZP con los presupuestos; Sánchez Camacho haciendo todo lo posible para terminar de hundir el partido en Cataluña; y la propia Cospedal enfrentándose con Camps y Valcárcel por el trasvase del Tajo, olvidándose de los acuerdos pactados y marcados en materia de agua en el propio partido. Lo malo es que se está empezando a hablar más de los barones y personajillos periféricos que de las ideas y principios que defiende su electorado.
Para aquellos que pensaban que tras el congreso a la búlgara de Valencia todo iba a ir a mejor, aquí tienen los resultados. Poco a poco se nos va dando la razón a aquellos que fuimos vilipendiados como agoreros y lacras para el partido por avisar del desastre del congreso de Valencia, aunque nunca hayamos pertenecido al mismo. Y es que lo peor no es la caída del PP; lo peor, es la deriva de España hacia al abismo si se consumase el hundimiento.